Manuel, Meier, y dos más: una mujer pelirroja de cara afilada, ojos verdes y trenza larga, otro chico de aspecto fornido, ojos almendra y cabellos chinos hacían arreglos por aquí y por allá del cessna.
Un pequeño niño, en la edad en que es difícil calcular si ya pasó los diez o aún tiene ocho rondaba por ahí inundando de preguntas a Manuel y Manuel a él.
- Pero, no entiendo señor Manuel, por que mira usted a cada rato al brazalete de su mano derecha, y cuenta los pasos que hay de centro a centro acroniano. ¿cuál es el fin? Los acronianos ya hemos hecho burla de usted.
- ¿El fin? – nunca se lo había preguntado, le parecía lógico: contar los pasos era la única forma de saber la distancia entre cada punto a desplazarse, pero mirar el reloj… - estoy pendiente, por si de pronto vuelve a funcionar, le respondió.
- ¿De ahí se comunicará con su planeta? - Preguntó el joven de aspecto fornido que escuchaba la conversación. -
Manuel miró su reloj: - ¡ojala esto pudiera comunicarme! Esto me marca la hora. – miró las expresiones de sus interlocutores, nada les parecía lógico, pero él tampoco comprendía algunas cosas de aquel lugar, como el porqué en Ácronos parecía que siempre eran las cuatro de la tarde, a pesar de sentir que llevaba días ahí. No comprendía la cultura y los vastos conocimientos de los acronianos, entre otras cosas.
- La hora, la edad, ¡el tiempo!- que es todo eso Manuel, aquí no lo tenemos le dijo el niño, de nombre Peiter. - ¿quién lo inventó?
- ¿el tiempo? ¿quién lo inventó? – se puso pensativo: No lo sé…es algo que siempre ha existido.
- El tiempo es su tipo de moneda – intervino Meier al ver que Manuel no respondía. – lo leí en diarios de viajeros acronianos: “time is Money”
- No, no es nuestra moneda – defendió Manuel – El tiempo siempre ha estado ahí, pero la división del tiempo segundos, minutos, horas, días, meses, años, siglos lo hemos heredado. Desde los babilonios, los griegos, los romanos, los monjes medievales, el papa Gregorio XIII, los egipcios, los mayas...
- ¡Tantas civilizaciones de esclavitud! – exclamó Peiter.
Nunca lo había visto de ese modo.
- ¿Seremos esclavos del tiempo? – se preguntó Manuel. – y dijo: ¡ No sé como pueden vivir aquí, sin saber cuántos años tienen, sin acordar con la gente verse a la misma hora, sin ser puntuales, sin tener noción de que día es, sin celebrar cumpleaños o conmemoraciones!
- Pero, sin “tiempo” ni mediciones es lo que hace que se viva bien aquí ¿no crees Manuel? – apeló Meier.
La joven pelirroja anunció que ya estaba listo el último detalle. Manuel iba a regresar.
Se despidió de todos, de aquellos jóvenes que quizá tenían más edad de lo que aparentaban, aquellos de quienes había aprendido cosas que nunca hubiera imaginado. Y encendió el motor.
- ¡Visítanos de nuevo! - gritó Peiter –
- ¡Cuando tengas tiempo! – agregó Meier en tono burlón.
Manuel dijo adiós, y dejó Acrópolis.
Los radares volvieron a funcionar, su reloj volvió a marcar la hora. Y voló pensativo. Le impacientaba llegar a Durango y escribir lo acontecido. Pensaba en escribir lo siguiente:
No sé que habrá pasado ni que hice para llegar a este magnífico lugar: Ácronos le llaman, entre el paralelo 26 y 28. Mi teoría es que está protegido por una capa de cierto magnetismo. No sé cuál es la explicación pero me dio la impresión de que ahí siempre son las cuatro de la tarde. Los acronianos no necesitan esperar a las once de la noche para dormir, saben descansan con otro tipo de actividades: montar caballo, dibujar, diseñar casas, cocinar, entre otras miles; pues múltiples son las actividades que ahí desarrollan. A los, aparentemente, siete años de edad ya saben de variadas profesiones y las ejercen a la perfección. No necesitan consagrar toda su vida a una carrera ni escoger por la más productiva, pueden escoger por gusto más de tres profesiones, y no consideran la arqueología ni la filosofía ni la historia como pérdida de tiempo.
En Acronos, no existen divisiones de clases porque todos tienen tiempo de producir lo necesario para su bienestar, de estudiar y de pensar. Las clases sociales las definimos, no sólo según los recursos que uno tiene sino según a las actividades a las que uno dedica su tiempo, por ejemplo: en tiempos de los grandes filósofos, podían dedicarse a pensar quienes tenían tiempo; tiempo que se habían ahorrado pues los esclavos ejercían las actividades laborales, limitar a que dediquen su tiempo en una sola actividad es mantener la esclavitud y las clases sociales bajas, porque no tienen tiempo de prepararse de innovar y superarse pues el tiempo es sólo para sobrevivir; en Acronos todos son pensadores y esclavos a la vez, estudian y trabajan y se recrean.
La gente aparenta ser más joven de lo que en realidad debe ser, esto es porque no tiene la presión de medir los años, que es lo que hace que envejezcamos física y mental mente con mayor rapidez que lo que nos corresponde, midiendo el tiempo pre- envejecemos. En Ácronos hay tiempo de convivir padres e hijos, madres e hijas, hermanos, amigos, primos, las relaciones son duraderas y podría asegurar que a pesar de la grande población todos se conocen. El ambiente por lo general es pacífico porque siempre hay tiempo suficiente para remendar los conflictos y hablar de los problemas.
La sociedad es una sociedad más civilizada y tecnológicamente más avanzada que la nuestra. Quise escribir todo esto en un diario pero no sabría explicar cuantos días estuve ahí, ni que día descubrí cuanta cosa hay en Ácronos, el tiempo se me pasó, irónicamente, volando.
Llegó a Durango. Bajó del cessna340, se introdujo en el aeropuerto, vio caminar gente apresurada, relojes de las recepciones haciendo el tic - tac de cada país, gente llegando tarde, hombres que no comieron porque en tan poco tiempo podrían perder un vuelo. Niños que ya no hacían preguntas a los padres que no tenían tiempo de responder. Y pensó en lo bien que se vivía en aquel lugar bien bautizado: Ácronos, que en griego significa sin tiempo. Y Manuel podría escribir un libro y publicarlo pero no lo hizo. No lo hizo porque nunca tuvo el tiempo para hacerlo.
Los humanos nos hemos liberado de gobiernos tiránicos, totalitarios, oligárquicos, de tendencias salvajes y de la ignorancia, podremos librarnos de males, enfermedades y de muchas necesidades pero siempre seremos esclavos del tiempo. Y tiempo es lo único con lo que nace el ser humano.
Los humanos nos hemos liberado de gobiernos tiránicos, totalitarios, oligárquicos, de tendencias salvajes y de la ignorancia, podremos librarnos de males, enfermedades y de muchas necesidades pero siempre seremos esclavos del tiempo. Y tiempo es lo único con lo que nace el ser humano.
1 comentario:
interesante...
Pero considero que por ahí hay otros factores que afectaron la división de clases, y no sólo de los gobiernos.
Por cierto, ¿por qué te brincaste hasta el capítulo V? jojojo
saludos
Publicar un comentario