jueves, 5 de marzo de 2009

Capítulo I. Entre los paralelos 26 y 28

- Habla el cuarenta y cuatro doce: no veo radares.
Nadie responde.
- Llamando a torre de control, cuarenta y cuatro doce, no veo radares - insiste -
Nadie responde
- Torre de control, torre de control…, respóndanme, ¡respóndanme! ¿me escuchan?… cuarenta y cuatro doce… ¡Dios! estoy viendo una lluvia de… de… ¡NO PUEDE SER! ¡Meteoritos!

Y en efecto. Manuel aquella tarde vio una lluvia de meteoritos y estrellas. Algunas golpearon su cessna 340. Perdió el control y tocó suelo bruscamente. No sabría precisar el tiempo que estuvo inconsciente.

Después de largo rato Manuel se levanta con dificultad, sale del avión; todo le duele y se encuentra confundido, se sacude la arena agitando su cabello. Mira a su alrededor:

- Debo estar en las dunas de Bilbao…
Voltea hacia su cessna 340: casi deshecho, le llevaría días reparar los daños indispensables para volar de nuevo. Hace otro intento por comunicarse a la torre de control, pero es en vano. Patea el asiento:
- ¡Debía estar en Durango a las 4:55!
Mira su reloj.
- ¿qué, qué? - Se queda perplejo –
Su reloj ha dejado de funcionar, la radio no agarra señal, puede encender el motor pero ni los monitores ni los radares funcionan, y ni hablar del estado del resto del avión, debería enderezar algunas piezas para levantar vuelo...

- ¡Lo mejor… - cerró los ojos y contó hasta tres- es no perder la maldita calma! ¡Tenía que estar en Durango a las 4: 55! - Y patea de nuevo el asiento. -

Después de lanzar luces de bengala, de intentar de nuevo la radio, de mirar por instinto incontables veces su reloj, secarse el sudor de la frente, buscar alimento en la caja de emergencias, rodear su cessna 340 y patear los asientos… decide caminar un poco más lejos: Cuatrocientos cincuenta y tres pasos hacia el norte para ser exactos.

Vislumbra la silueta de una persona.
- Quizá sea un espejismo – pensó. … Mientras camina voltea hacia sus zapatos, llenos de polvo, se siente miserable, le aterra no saber la hora ni el lugar exacto en donde se encuentra, no puede calcular siquiera el tiempo que estará ahí perdido, si lo encontrarán, si podrá reparar su cessna…., pero se repite a si mismo:
- Calma… la calma… ¡Dieciséis años y dos meses volando, y sólo a mí se me ocurre venir a parar aquí maldita sea!
De sus alaridos lo distrae un saludo:
- Hola. – Mas que una exclamación el tono era de pregunta.

2 comentarios:

Pitt dijo...

La entrada que está escrita en francés tiene sus errorcitos ortográficos.. no es que yo sea un fregón en grammaire ni nada por el estilo pero j'aimée no es mejor? Pero tú dime, tú sabes más que yo..

Café Terrace at nigth de Vincent Van Gogh venden el rompecabezas en Gandhi, si quieres compralo y yo te lo armo.

Saludos,,

Anónimo dijo...

Any
¿Para cuándo la segunda parte de ésta historia?

Está muy "lostiana" esta historia... ¿Quién dijo "hola"?

jajaja


saludos